La tecnología como estímulo educativo

no de los asuntos que más preocupan a un país es, sin duda, la educación. En ella reside una de las bases más indispensables de cualquier sociedad y, por lo tanto, es considerada como un factor clave para alcanzar su desarrollo. En pleno siglo XXI resulta complejo entender una educación de calidad sin el respaldo de la tecnología, herramienta cuya utilidad en el proceso de enseñanza es cada vez más recurrente. Samsung, uno de los gigantes en el campo de la electrónica y la tecnología, se percató rápido de ello y hace cinco años, en el curso 2014-2015, impulsó en España el proyecto Samsung Smart School en colaboración con el Ministerio de Educación y Formación Profesional y las 17 comunidades autónomas en una apuesta por la aplicación didáctica de las tecnologías como medio para cambiar el modelo de aprendizaje.

El programa está dirigido a centros públicos educativos de Educación Primaria, a los alumnos de 5º y 6º curso que se encuentren ubicados en áreas con necesidades especiales. El convenio recoge la implantación, bajo los criterios de la ley de mecenazgo, de las aulas tecnológicas en aquellos colegios que se enfrenten, al menos, a una de las siguientes problemáticas: estar ubicados en zonas desfavorecidas, que registren un alto índice de abandono escolar, que exista un elevado porcentaje de alumnos inmigrantes o que haya una alta tasa de desempleo entre las familias de sus alumnos.

En estos cinco años, el proyecto Samsung Smart School, que ha supuesto una inversión cercana a los seis millones de euros, ha formado a más de 700 profesores y a más de 4.000 alumnos en 108 aulas de 40 centros educativos españoles. Además, la competencia digital de los asistentes se ha visto incrementada en un 24% desde 2016.

“En Samsung tenemos el firme propósito de mejorar la vida de las personas rompiendo barreras a través de la tecnología para construir así una sociedad mejor y más justa”, expone Alfonso Fernández, Director de Marketing, Comunicación y Relaciones Institucionales de Samsung. “Tenemos un compromiso permanente en este ámbito que se materializa en nuestra iniciativa #TecnologíaConPropósito, basada en tres pilares: educación y cultura, bienestar y accesibilidad, así como empleabilidad y emprendimiento. Es por ello que hace más de cinco años decidimos realizar un proyecto sólido en educación con el objetivo de mejorar la sociedad a través de la mejora de la educación. Creamos el proyecto Samsung Smart School con el propósito de cambiar la forma de enseñar a los niños hoy, para que ellos puedan cambiar el mañana”, defiende Alfonso Fernández.

El proyecto Samsung Smart School tiene como objetivo transformar la metodología de enseñanza utilizando la tecnología como medio y nunca como fin, y sirviéndose de ella como medio facilitador para impulsar el desarrollo de las competencias y habilidades clave del siglo XXI. La implantación de un programa de este calibre, que en ningún momento ha penalizado a la lecto-escritura, ha requerido de la colaboración tanto de los centros, como del profesorado y de los alumnos y sus familias, a las que Samsung buscó desde el primer momento informar e involucrar.

La clave del éxito ha residido, en gran medida, en la formación de los docentes, introduciendo la tecnología de manera transparente en las aulas. Existió la necesidad de transformar su forma de enseñar y, también, a del aprendizaje por parte del alumnado, al que se ha permitido hacer un uso creativo de la tecnología ante los problemas. Los jóvenes han sido capaces de buscar y seleccionar información en la red y conocer los riesgos y amenazas que comporta el mundo virtual. Para alcanzar todo esto, los centros tuvieron que acometer importantes cambios a diferentes niveles. Por un lado, logísticos, creando aulas singulares destinadas a la realización de actividades para el aprendizaje en la era digital, mejorando su conectividad o implantando redes de seguridad. Por otro, en su modelo, tanto educativo –fomentando los trabajos colaborativos en forma de proyectos y organizando a los niños por grupos o con sistemas abiertos–, como de evaluación, más centrado desde entonces en habilidades y competencias.