El Papa pide “autocontrol” y “diálogo” a Irán y EE UU

Francisco advierte en su discurso ante los embajadores de 183 países que las tensiones entre Teherán y Washington amenazan con poner las bases de un conflicto “a mayor escala”

El Papa ha mostrado este jueves su preocupación por la escalada violenta entre EE UU e Irán en su tradicional discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. Frente a los embajadores de los 183 países con los que el Vaticano mantiene relaciones, en la alocución donde el Pontífice traza los puntos que permiten dibujar el papel geopolítico del Vaticano, Francisco afirmó que “desgraciadamente, el Año Nuevo no parece estar marcado por signos alentadores, sino por una intensificación de las tensiones y la violencia”. 

El Pontífice repasó en su discurso todas las etapas de sus viajes apostólicos y algunos de los asuntos internacionales en los que la Santa Sede se ha involucrado este año. Pero el capítulo de la reciente crisis entre Irán y EE UU, surgido a raíz del asesinato en Bagdad por parte de las fuerzas armadas estadounidenses del general Qasem Soleimani, tuvo una mención destacada. “Son preocupantes las señales que llegan de toda la región, después del aumento de la tensión entre Irán y Estados Unidos, que amenazan con poner en riesgo ante todo el lento proceso de reconstrucción de Irak, como también crear las bases de un conflicto a mayor escala que todos desearíamos poder evitar. Por lo tanto, renuevo mi llamamiento para que todas las partes interesadas eviten el aumento de la confrontación y mantengan encendida la llama del diálogo y del autocontrol, en el pleno respeto de la legalidad internacional”.

La relevancia de los asuntos internacionales que trata el Vaticano, poseedor de una vastísima red diplomática y fieles en casi todos los países del mundo, a veces se expresa más a través del silencio que por la propia naturaleza de sus palabras. Así como el Papa citó distintos países donde la Santa Sede tiene un protagonismo muy moderado, no mereció ni una sola palabra el proceso de deshielo de las relaciones diplomáticas con China ni la paulatina fusión de las dos iglesias católicas que rigen en el país asiático (la oficial y la clandestina). El proyecto se desarrolla bajo un sigilo absoluto, pero según lo que la Santa Sede dejó entrever en un comunicado del pasado mes de junio pidiendo más cooperación a China y denunciando presiones intimidatorias a sus fieles, no están funcionando todo lo bien que cabía esperar.

Francisco, en cambio, sí se refirió y se mostró muy preocupado por la proliferación reciente de los problemas políticos en países de Latinoamérica. Lo hizo con una mención especial a Venezuela “para que continúe presente el compromiso de la búsqueda de soluciones”. Un conflicto en el que la Santa Sede se ha involucrado directamente ejerciendo un fallido papel de mediador y cuya Iglesia demanda siempre más claridad al Vaticano.  Además, el Papa afirmó que, aun cuando estos conflictos —en Latinoamérica— tienen raíces diferentes, tienen en común profundas desigualdades, injusticias y la corrupción endémica.

El Papa, además, hizo un llamamiento a los líderes políticos de estos países para que “se esfuercen por restablecer con urgencia una cultura del diálogo” y refuercen “las instituciones democráticas y promuevan el respeto del Estado de derecho, con el fin de prevenir las desviaciones antidemocráticas, populistas y extremistas”.